27 octubre 2009
Los Mayas (Histria de la Cultura Maya)
El desarrollo histórico de los mayas prehispánicos abarca un amplio periodo de tiempo de aproximadamente 3.000 años, desde que se establecieron las primeras aldeas en la zona hasta el sometimiento y desaparición gradual de esta cultura tras su contacto con los europeos.
Los historiadores e historiógrafos especializados en el estudio del continente americano aceptan una división de la historia del mismo en los siguientes periodos (los márgenes temporales que marcan la transición entre periodos han de entenderse como algo flexible y pueden variar dependiendo del historiador o de la zona de América de que se trate): Cultura de nódulos y lascas (40000 a.C.-10000 a.C.), Paleoindio (10000 a.C.-6000 a.C.), Arcaico (6000 a.C.-1200/1800 a.C.), Formativo o Preclásico (1200/1800 a.C.-0/250 d.C.), Clásico (300-900) y Postclásico (900-1500/1600).
Los rasgos que darían su carácter propio a la cultura maya se estructuraron en el periodo Formativo, se consolidaron y alcanzaron su esplendor en el periodo Clásico y se prolongaron hasta el contacto con los españoles. A continuación, se analizará este desarrollo histórico más detenidamente, haciendo especial hincapié en los periodos que conocieron el auge de esta civilización.
Etapa preagrícola
Los estudios más recientes sugieren que el Nuevo Mundo fue colonizado por pueblos asiáticos que llegaron desde Siberia por Alaska a partir del año 40000 a.C., fecha desde la cual se empieza a computar la prehistoria de los pueblos americanos. La dilatada etapa preagrícola de los mismos se suele dividir a su vez en tres grandes periodos: la Cultura de nódulos y lascas, el Paleoindio y el Arcaico. Los dos primeros abarcan desde 40000/30000 a.C. hasta aproximadamente el año 7000/6000 a.C., una amplia franja temporal en la cual se han datado los restos encontrados en Santa Marta (Chiapas) y en la cueva de Loltún (Yucatán), sitios relativamente alejados entre sí que hacen pensar en la existencia de diferentes vías de penetración y diferentes asentamientos, aunque todos desde la ruta común de Los Altos. La historia de los indígenas mesoamericanos se caracteriza aquí por el desarrollo de la industria lítica, con instrumentos de talla unifacial en un principio, como raederas y puntas de hueso y de pedernal, y de talla bifacial con forma de hoja de laurel hacia el final del periodo, lo que sugiere la presencia de nuevas técnicas de caza y manufactura. En el área maya, los hallazgos de puntas talladas se combinan con los de otros útiles asociados como buriles, raederas, cuchillos, etc. y algunos instrumentos de molienda que sugieren la práctica mixta de caza mayor, caza menor y recolección de vegetales. Son numerosas las puntas de tipo clovis halladas en la zona del altiplano, en los Tapiales, en la Piedra del Coyote y otros sitios de Totonicapán, datadas en el año 8760 a.C. En las tierras bajas son frecuentes las puntas de cola de pez junto a otros instrumentos de pedernal como nódulos y hojas.
El periodo Arcaico se extiende desde el año 7000/6000 a.C. hasta el 2500/1500 a.C. Se caracteriza por el cambio económico que tuvo lugar como consecuencia del cambio climático provocado por la retirada de los hielos. Esto trajo consigo la escasez de caza mayor, lo que a su vez provocó un aumento en la recolección de semillas, raíces y plantas silvestres y la adopción de un patrón seminómada de asentamiento en función de la explotación de estos recursos vegetales. Esta tradición resultó a la larga fundamental para el desarrollo cultural de Mesoamérica, puesto que con ella se inició el proceso de domesticación primaria y control de las principales plantas alimenticias, como el maíz, el fríjol, el chile, la calabaza, etc. Se ha podido documentar con rigor la evolución de esta etapa sobre todo en Belice, desde el Complejo Sand Hill datado en el año 7500 a.C. hasta los yacimientos tardíos de Melinda y Progreso. También en el altiplano se vivió esta tradición, conocida como "Cultura del Desierto", que se basaba en la recolección estacional de semillas y en la práctica de la caza menor, lo que permitió el establecimiento de poblaciones seminómadas integradas por bandas de distinto tamaño dispersas en un amplio territorio, aunque bien delimitado. Al final de este periodo aparecen además diversos asentamientos en la costa del Pacífico, en Chiapas y Guatemala, datados entre el 3300 y el 2000 a.C. y que, en contraste con los dos anteriores, evidencian el desarrollo de un sistema de vida sedentario basado en la explotación de los recursos marítimos y con apenas evidencias de agricultura o caza.
Periodo Formativo o Preclásico
Se denomina así la época en la que, en América, se generaliza la vida sedentaria concentrada en aldeas y poblados y se consolida la agricultura como medio de subsistencia efectivo. Es precisamente en Mesoamérica en donde mejor se conoce y se define este periodo, que se encuadra cronológicamente entre el año 2500 a.C. y los primeros siglos de la Era Cristiana, y que guarda estrechas semejanzas con el Neolítico del Viejo Mundo. El periodo Formativo, también llamado "Preclásico" por algunos estudiosos, se caracteriza por los continuos avances en las técnicas agrícolas, la experimentación con nuevos cultivos, el incremento de las cosechas, etc. Es en este periodo cuando se empieza a definir una población de economía agrícola y lengua maya en la zona del sur de México, península de Yucatán y Guatemala. Con el tiempo, las poblaciones aquí asentadas fueron desarrollando una cultura muy evolucionada que anunciaba el nacimiento de la gran civilización maya del llamado periodo Clásico (300-900 d.C.).
Es posible dividir a su vez el periodo Formativo en otros tres: Formativo temprano, medio y tardío. Los restos del Formativo temprano hallados en el sitio de Cuello, en Belice, hablan ya de la existencia de edificios apoyados sobre una pequeña plataforma con suelo de estuco, de planta rectangular y extremos redondos, algunos incluso completamente circulares, que sugieren un uso ritual más que doméstico. Hacia el 2000 a.C., estas plataformas se sitúan ya en torno a un patio abierto y recubierto de estuco. Junto a los edificios, existen también restos de cerámica como platos de fondo plano y otros objetos como brazaletes de concha, cuentas de jadeíta, etc. En el resto de las tierras bajas no hay vestigios de ocupación hasta el año 1000 a.C. aproximadamente. Durante el Formativo medio se pueblan Tikal, Uaxactún y otros sitios cercanos, lo que da lugar al horizonte cerámico Mamom que se extiende poco a poco por toda la zona de El Petén. Como vestigios de esta ocupación quedan, además de los correspondientes restos cerámicos, algunas estructuras piramidales sobre las cuales se asentaban edificios de carácter perecedero. En cuando al Formativo tardío, Tikal alcanza un gran desarrollo localizado sobre todo en torno a la Acrópolis del Norte, una gran plataforma sobre la cual se levantaron diversos templos, la mayoría de carácter funerario. No obstante, el yacimiento más importante de ese periodo en la zona del Petén es El Mirador. Se trata de un asentamiento cuya fundación se ubica entre el 800 y el 600 a.C., y que alcanzó su apogeo en el 200 a.C. En él se localizan conjuntos monumentales como El Tigre, Monos, Danta y Tres Micos, que dan cuenta de una complejidad cultural sin precedentes: enormes templos piramidales, grandes plazas, acrópolis decoradas. La decadencia de El Mirador se produjo según todos los indicios en el año 100 d.C., fecha en la que da comienzo el siguiente periodo de la historia de los mayas. Otras zonas situadas más al norte, ya fuera del Petén, evidencian también signos de ocupación durante el Formativo Medio; así, por ejemplo, en Becán, en la región de Río Bec, en Dzibilchaltún, Chichén Itzá, etc. En estos asentamientos, aunque con menos grandiosidad, es posible apreciar rasgos característicos de la etapa formativa, como las casas construidas sobre plataformas, el uso del estuco y la pirámide, etc., junto con algunos elementos característicos de la zona del norte del Yucatán, como las calzadas que unen asentamientos importantes. En el altiplano, el sitio más característico es Kaminaljuyú, con grandes estructuras de tierra enlucidas y pintadas, dispuestas en torno a patios abiertos, que forman pequeños conjuntos ceremoniales. Hacia el final de la etapa aparece la escultura de estelas y monolitos de piedra. En la costa del Pacífico, el sitio con mayor complejidad es Izapa, ocupado desde el 1500 a.C.
Periodo Protoclásico
El final del periodo Formativo coincide con la decadencia de una de las regiones mesoamericanas más elaboradas culturalmente: la del altiplano salvadoreño. Se desconocen exactamente las causas de tal decadencia, aunque lo más probable es que fuera debida a algún tipo de catástrofe ecológica como la erupción del volcán Ilopango. El caso es que se inició entonces un éxodo de población hacia las tierras bajas que estableció relación con zonas de Belice, el Petén y Verapaz. La simbiosis entre los recién llegados y las comunidades ya establecidas en el Petén Central dio lugar a un momento de auge cultural conocido como "Protoclásico", que se extendió aproximadamente entre los años 100 y 300 d.C. Debe señalarse que esta etapa de desarrollo no tuvo lugar de manera uniforme, sino selectiva, y que afectó tan sólo a los asentamientos de ciertas zonas. En éstos se produjeron profundos cambios en arquitectura, cerámica y escritura, y la población aumentó considerablemente.
El periodo Clásico constituye la etapa de mayor esplendor de la civilización maya. Viene definido en sus comienzos por la utilización de un sistema de escritura denominado Cuenta Larga (véase Cultura maya: escritura y ciencia), y finaliza cuando dicho sistema deja de usarse; en total, aproximadamente, desde el año 300 hasta el 900.
En conjunto, el periodo Clásico puede considerarse dividido en tres fases: Clásico temprano (años 200/300-600), Clásico tardío (600-800) y Clásico terminal (800-900/1000).
Clásico temprano
Las tierras bajas de El Petén constituyen, por así decirlo, el hogar de la civilización maya, la región en la que "lo maya" se presenta de manera más característica. Se desconocen numerosos datos acerca de este periodo, ya que el periodo Clásico tardío, mucho más expansionista, acabó eclipsando los hallazgos de los periodos más tempranos. Pero se sabe que el calendario, que es probablemente de importación olmeca (véase Cultura olmeca), alcanzó ahí su máximo desarrollo, mientras la cerámica polícroma conocida como Tzakol, que probablemente se importó de los altos de Guatemala, se desarrolló también en esta región hasta constituir una de sus características más notables; la doble bóveda y el arco corbelado, por último, parecen también originales de esta zona. El proceso cultural maya se inicia en el Protoclásico y culmina entre el 300 y el 450; en arquitectura y en lo relativo al sistema jeroglífico, la culminación se produjo hacia el año 350, mientras que en escultura se dio en torno al 450.
De particular importancia en este periodo es el culto a la estela; la primera conocida apareció en Tikal y lleva una inscripción en Cuenta Larga que representa la fecha 292 d.C. Luego se extendió esta práctica a Uaxactún y, a partir del siglo IV, a otros centros de la periferia. Las estelas son documentos de extremo valor arqueológico y antropológico, ya que reflejan fielmente el orden social, lo sancionan y constituyen memoriales fieles de los líderes políticos más poderosos. Además, otras veces llevan representados ancestros y divinidades que dan cuenta de lo trascendente de su función. El uso del glifo emblema, una especie de símbolo formal de una unidad política determinada, también es originario de esta región.
La estructura social en la época y región que nos ocupan constaba de una reducida aristocracia y de un amplio grupo de campesinos dedicados a trabajos de subsistencia, junto con sectores intermedios de artesanos, comerciantes, etc. Para la zona de Tikal, los gobernantes más citados son Garra de Jaguar, Nariz Rizada y Cielo Tormentoso, que aparecen representados en multitud de restos arqueológicos de este periodo (véase Yacimiento Arqueológico de Tikal).
En la zona de Belice se detecta una gran continuidad cultural entre el periodo Formativo y el Clásico temprano. La evolución fue aquí más lenta que en la zona del Petén, ya que hasta mediados del siglo V no se incorporó el culto a la estela. Sí se puede detectar, en cambio, un incremento de la población y un aumento de tamaño de los centros monumentales, con enterramientos muy elaborados que muestran la expansión del poder político y económico de la aristocracia. Estas características pueden aplicarse también al área del río Motagua.
La zona del Usumacinta, a pesar del desarrollo constructivo bastante temprano que demuestra, por ejemplo, Altar de Sacrificios, no se suma a la tradición civilizante del Petén hasta el siglo V. Durante el siguiente, el siglo VI, Yaxchilán y Piedras Negras desplazan a Altar de Sacrificios como centro principal de influencia.
En Palenque, se sabe que gobernaron durante este periodo Cauac Uinal I (el primer gobernante que se ha podido identificar), Hok I, Cauac Uinal II y Bahlum, que fue sucedido por una mujer, Kan Ik (583-604).
En el norte del Petén el centro más importante de este periodo fue Becán, rodeada parcialmente por una muralla que sugiere la existencia de enfrentamientos armados con otros enclaves, tal vez incluso con Tikal. También en esta zona se detecta la influencia de Teotihuacan, por ejemplo en el tratamiento de la cerámica y la obsidiana y en algunos rasgos arquitectónicos.
El norte de la península de Yucatán se vio sometido a desarrollos desiguales durante el periodo Clásico temprano. Algunos centros, como Oxkintok, aparecen adscritos al culto a la estela desde al menos el año 475. También aquí se deja notar la influencia teotihuacana, no sólo en la cerámica y objetos portátiles, sino también en la decoración arquitectónica. Esto significa que el afán expansionista del centro de México aspiraba también a ejercer algún control sobre las tierras del norte de la península, ricas en recursos salinos.
En el altiplano de Guatemala se pueden señalar para el Clásico temprano dos fases culturales: Aurora y Esperanza, localizadas en el valle de Guatemala, que corresponden a otras en lugares diferentes del altiplano. La transición entre el Preclásico y el Clásico en esta región representa el abandono de asentamientos debido al influjo de nuevas poblaciones. La explicación de este fenómeno la constituye, de nuevo, la invasión teotihuacana (véase el apartado referente al período Clásico en el artículo América Prehispánica). Esta invasión procedería seguramente de Teotihuacan mismo o de un centro muy relacionado, como podría ser El Tajín, y se produciría hacia el año 400 d.C. Los invasores establecieron un intenso comercio con las tierras bajas, lo que representó una importante influencia teotihuacana en Tikal y Uaxactún, a la vez que un notable influjo de las tierras bajas en Kaminaljuyú. Lo teotihuacano se advierte en multitud de aspectos estilísticos, como en la incorporación del sistema de tablero y talud a la arquitectura maya del altiplano, nuevos diseños y glifos como el ojo de reptil, la mariposa, el agua, la concha, etc., la incorporación de nuevos dioses como Tláloc, Xipe Totec, Echecatl, Xolotl, Huehueteotl, etc.; juegos de pelota, ceremoniales religiosos y mercados y peregrinaciones para estimular el comercio.
Acerca del Clásico temprano en la Costa del Pacífico se sabe muy poco. En la Victoria no hay materiales de esta fase. En Tiquisate, sin embargo, se pueden señalar vasos cilíndricos sobre pedestal o sobre tres pies, o vasijas con puente y vertedera y metates de dos pies.
En la región de Chiapas, el periodo Clásico temprano se divide en dos fases: a) 200-350; y b) 350-550. En la primera de esas fases o Chiapa VIII, la más intensa relación de la zona se establece por igual con Monte Albán y con Zaculeu. Hay, sin embargo, pocas evidencias de las relaciones con las tierras bajas y muy pocos indicios del paso de los teotihuacanos por El Mirador. Durante el Clásico tardío o Chiapa X (550-950), los asentamientos se localizan en las faldas de las montañas; destacan en dicho periodo las relaciones culturales con Nebaj y el altiplano de Guatemala y la presencia de influencias teotihuacanas.
Entre los años 550-600 se produjo una primera crisis cuya causa es todavía incierta. Se ha denominado a esta breve crisis "hiato" del periodo Clásico, y se plasmó en una brusca interrupción en la construcción de monumentos y de estelas fechadas y en la decadencia del arte escultórico. El final de esta breve crisis sirve a los historiadores para marcar el comienzo de un nuevo periodo: el Clásico tardío.
Clásico tardío
A partir del año 600, entonces, se produjo un nuevo auge y desarrollo de toda la región que se plasmó de inmediato en un aumento notable de la construcción de estelas y en una ordenación jerárquica de los distintos asentamientos según la cual ciertos núcleos cívicos pasan a dominar extensos territorios y a subordinar a otros núcleos más pequeños o más débiles. Así, Tikal se hizo con el control de parte del Petén; Yaxchilán dominaba gran parte de la zona del Usumacinta; Palenque, el suroeste del área maya; Calakmul, el norte del Petén; y, por último, Copán, el sureste de las tierras bajas. Además, en el norte de las tierras bajas surgen otra serie de núcleos que rivalizan con los anteriores, a la vez que otras capitales del sur obtienen cada vez mayor grado de independencia. La tendencia más generalizada, sin embargo, es hacia la homogeneidad cultural, que se plasma entre otras cosas en la adopción del calendario lunar en la mayor parte de las tierras bajas entre los años 687 y 756. De esta forma, el modo de vida, los patrones de asentamiento, la estructura social, el universo simbólico, la adopción de determinadas características o signos propios de los aristócratas, etc., se parecen cada vez más en las distintas regiones, a pesar de que también se produce simultáneamente una suerte de profundización en las diferencias regionales.
Otro rasgo importante de este periodo es la definitiva consolidación de las redes comerciales de larga distancia (véase el apartado "Comercio y relaciones exteriores" en la entrada Cultura maya: economía y sociedad), comercio que queda en manos de mercaderes y administradores, y que contribuye a proporcionar información y cooperación entre distintas áreas y poblaciones alejadas entre sí. Detallando en concreto las características de cada región, la cuestión quedaría como sigue:
En Tikal, en el año 682, se establece una fuerte dinastía cuyo primer gobernante fue bautizado por los estudiosos como Gobernante A, de nombre Ah Cacau o Kal Cacabil. A él se debe la construcción de diversos monumentos: el Complejo de Pirámides Gemelas 3D-1, la estela 30, el altar 14 y, veinte años más tarde, el Complejo de Pirámides Gemelas 5C-1, la estela 16 y el altar 5, lo que indica con toda probabilidad que la construcción de tales conjuntos monumentales obedecía a la celebración de cada katún (periodo de 20 años de 360 días cada uno). Todo apunta a que Kal Cacabil consiguió unir a las dos principales dinastías que habían gobernado en Tikal: la procedente de la antigua tradición maya y la más proclive a Teotihuacan. Falleció entre los años 721 y 731, y fue sucedido por su hijo Yax Kin (el gobernante B). Este último mandó construir el Complejo de Pirámides Gemelas 3D-2, e hizo de Tikal la ciudad más poderosa de todas las del área maya. La ciudad alcanzó su máximo esplendor con la construcción de los Templos IV y VI, y su esfera de influencia se amplió todavía más mediante una política de alianzas matrimoniales y militares con otros centros, así como a través del control directo ejercido sobre algunos otros centros como Uaxactún, Nakum, Yaxhá, Xunantunich y Holmul. El rey B murió en el año 768 y fue enterrado en el Templo IV. Fue sucedido por el rey D en ese mismo año. Éste mandó construir los Complejos de Pirámides Gemelas 4E-4 y 4E-3, que conmemoraban los años 770 y 790, respectivamente. Es probable que el rey D finalizara su reinado en el 809, fecha en la que se terminó el templo III, en el que fue enterrado. El último gobernante conocido de la ciudad fue Chitam, o el rey C; su reinado está mal documentado, así como el final de mismo, que debió de coincidir con la definitiva decadencia de la ciudad hacia el año 889.
La región de Palenque fue de las últimas que se sumó a la etapa de civilización del periodo Clásico. La dinastía de esta ciudad se inició con el rey Kan Ik; éste tuvo tres hijos, de los cuales sólo reinaron dos: Ahau Kan (604-612) y Zac Kuk, una mujer, que reinó entre el 612 y el 640. Pacal el Grande, hijo mayor de esta última, gobernó hasta 683. Fue tal vez el rey más importante de Palenque y el que llevó a la ciudad a la época de su mayor esplendor. Le sucedió Chan Bahlum, que gobernó entre los años 683 y 702; mandó construir el complejo de los Templos del Sol, de la Cruz y de la Cruz Foliada, y amplió también el gran conjunto del palacio. A su muerte le sucedió su hermano Kan Xul, que gobernó hasta 719; y a éste su hijo Chaac, que reinó tan sólo entre el 721 y el 722. En este último año subió al poder Chac Zutz, que reinó hasta 731; y luego alcanzó el poder el rey Kuk, que reinó entre los años 764 y 783, coincidiendo con el periodo de decadencia de la ciudad. El último dirigente, según consta en una vasija de cerámica, era probablemente de origen mexicano, lo que indicaría que Palenque había caído bajo la influencia de alguna dinastía procedente de México. Accedió al poder en el 799 y se hacía llamar 6 Cimi.
En la región del río Usumacinta, la ciudad más importante fue Yaxchilán. En un principio, este centro se hallaba bajo la influencia de Tikal, pero en el año 514 la presencia de un glifo emblema propio de la ciudad indica que ésta había conseguido ya su independencia. El expansionismo de Yaxchilán se inicia hacia el año 630, bajo la guía de un gobernante llamado Pájaro Jaguar. Fue sucedido por Escudo Jaguar en el 682. Este rey consiguió ampliar considerablemente su territorio mediante conquistas militares y un sistema de alianzas. En la Estructura 44 se narran sus victorias. Falleció en el 742. Fue sucedido por Pájaro Jaguar III, quien reinó entre los años 742 y 768 y continuó las hazañas militares de su padre; es posible que se casara con una mujer perteneciente a la elite de Tikal. Su muerte supuso el inicio de la decadencia de la ciudad. Otros dos centros importantes de la cuenca del Usumacinta fueron Piedras Negras y Aguateca, que también protagonizaron una expansión militarista similar a la de Yaxchilán.
Por último, en el área del Motagua, el núcleo más destacado fue Copán, cuyo glifo emblema, símbolo de su independencia, fue grabado en el año 564. Su primer rey conocido fue XVIII Jog (18 Conejo), que reinó entre los años 702 y 742. Durante su mandato, la ciudad perdió el control sobre Quiriguá, que se independizó de la mano de Cauac Cielo en el 731. Sin embargo, era todavía una ciudad importante, como demuestra la Estela A, en la que se menciona una división en cuatro partes del sur del área maya con cuatro capitales, una por cada parte, y que eran Tikal, Calakmul, Palenque y Copán. El siguiente gobernante fue Yax Guacamayo (también llamado Amanecer o Nuevo Sol en el Horizonte); subió al trono en el 763 y murió en el 775. En el año 782 comenzó el reinado de Yax Murciélago, cuyo final coincide también con la decadencia de la ciudad (805 es la última fecha conocida).
En la zona de la Costa del Pacífico, durante el Clásico tardío, se reocuparon muchos lugares abandonados en el Preclásico. Se dieron nuevos asentamientos en la zona Ocós -Ayutla- Malacatán y en la llanura de la cuenca del río Samalá. Son características las piedras-hongo, los yugos y hachas y la cerámica Plumbate, y en el terreno artístico destaca la escultura monumental de Santa Lucía Cotzumalhuapa. En el valle de Guatemala, se señalan las fases Amatle y Pamplona durante el Clásico tardío. En este periodo se advierte, al principio -hacia 650-700-, el final de la influencia teotihuacana y el resurgimiento de las formas mayas anteriores; probablemente se trató de una lenta mayización de los elementos teotihuacanos. Muy pronto, sin embargo, entre los años 700 y 900 se produjo una nueva invasión centro-mexicana, a la que cabría calificar como Pipil-Nicarao o de teotihuacanos tajinizados junto con pipiles. Se trataba de un grupo guerrero muy agresivo que provocó la huida de los asentamientos hacia las colinas, donde buscaron protección. Esta nueva invasión, en realidad, vino a terminar con el clasicismo y favoreció así la crisis final de este periodo, pero antes se analizará con más detalle cómo discurrieron los últimos años del Clásico, aquellos que integran el periodo conocido como Clásico terminal.
Clásico terminal
El sistema calendárico de la Cuenta Larga dejó de utilizarse a partir del año 790 aproximadamente, precisamente en la época en que mayor número de monumentos se habían grabado con dicho sistema. La mayor parte de las fechas de ese periodo aparecen en los centros más pequeños y marginales, lo que indica que los núcleos de primera categoría estaban perdiendo, o habían perdido ya, su prestigio social y político y habían sufrido un drástico cambio. El foco de la cultura maya se desplaza desde la zona del Petén hacia regiones hasta entonces periféricas como el suroeste de Chiapas o el norte del Yucatán y, además, se acentúan considerablemente las diferencias regionales.
El núcleo que alcanza un desarrollo más complejo durante este periodo es Ceibal, que entre los años 830 y 930 concentra una población cercana a los 10.000 habitantes. La estela 10, del año 889, recoge buena parte de esta importancia y menciona cuatro centros principales en que queda dividido el sur del área maya: Tikal, Calakmul, Ceibal y Motul de San José (estos dos últimos en sustitución de Copán y Palenque). Todos ellos se sitúan en una zona central del territorio, lo que sugiere una reducción notable del área maya.
En el norte de la península del Yucatán todavía existían algunos centros prósperos como Dzibilchaltún, debido sobre todo a la explotación de los recursos salinos en los que abundaba la región. La ciudad de Edzná es la que manifiesta una secuencia de fechas de Cuenta Larga más dilatada (633-810). En la base de la península, por su parte, surgieron distintas variantes regionales (estilo Río Bec, Becán, Xpuhil, etc.) que combinaban la influencia yucateca con la del Petén, y que conocieron su máximo esplendor durante este periodo.
La decadencia de la civilización maya clásica
A finales del siglo IX, cuando los núcleos mayas del sur de las tierras bajas vivían un momento de esplendor cultural sin precedentes, cuando las principales ciudades se encontraban en el punto álgido de su desarrollo, cuando la tecnología y las artes habían llegado a sus niveles más complejos, se produjo una interrupción en dicho desarrollo y un posterior retroceso cuyas causas son, hoy por hoy, todavía desconocidas. Tal proceso no fue uniforme; destacó más en el área central y en el sur que en el norte del Yucatán, donde empezó en tiempo posterior. Otras zonas, como algunas partes de Belice, no llegaron a sufrir esta decadencia.
Los rasgos principales que definieron este fenómeno fueron los siguientes: cesó repentinamente (a partir del año 909) la actividad constructora de grandes edificios complejos, así como la inscripción de textos jeroglíficos en los monumentos. A lo largo de los cuarenta años siguientes, este fenómeno se extendió al resto del territorio maya. La población empezó a descender y a abandonar los principales núcleos urbanos de forma drástica, lo que se vio acompañado de la intrusión de otros grupos extranjeros que empezaron a penetrar por el oeste. Se interrumpieron las rutas comerciales a larga distancia, se modificó la estrategia comercial y los principales enclaves comerciales cambiaron sus emplazamientos. Se dejó de utilizar el sistema de Cuenta Larga y se fue sustituyendo progresivamente por el de Cuenta Corta. En definitiva, se produjo un proceso relativamente rápido de deterioro del saber intelectual, artístico y artesano, paralelo al que afectó a las relaciones socioeconómicas, políticas y religiosas.
A medida que los estudiosos han ido profundizando en el conocimiento de la cultura maya, se han formulado distintas hipótesis acerca de las causas de este deterioro que, por la rapidez y dramatismo con que se produjo, llamó enormemente desde un principio la atención de los investigadores. Uno de los primeros científicos que exploró el área maya, John Lloyd Stephens, fue el pionero en plantear la cuestión y formular la hipótesis de las catástrofes naturales como explicación a la misma. Tanto el exceso de lluvia, como la ocurrencia de una prolongada sequía, podrían haber originado el deterioro extremo de esta civilización, así como los movimientos sísmicos o el vulcanismo. Estas teorías llegaron a tener tanta importancia, que motivaron el desplazamiento a la región de expertos geógrafos y geólogos encargados de investigar su plausibilidad. La primera decepción llegó cuando los responsables de la investigación concluyeron que el clima no se había alterado en el área desde al menos dos mil años atrás, y que otras grandes catástrofes como erupciones volcánicas, huracanes, etc., podían haber actuado sobre el área maya, pero de forma limitada y sin tener excesiva repercusión. Otras hipótesis esbozadas en esta primera fase de las investigaciones (epidemias, plagas...) se desecharon igualmente con rapidez, ya que la posibilidad de que actuaran simultáneamente en un área tan extensa era remota.
Mayor apoyo recibió otro grupo de teorías que se basaban en el deterioro del medio ambiente; afirmaban que el exceso de explotación de un suelo de limitado potencial agrícola, utilizado además mediante sistemas de tala y quema por una población cada vez más numerosa, provocó un crecimiento de la sabana y un empobrecimiento del terreno que repercutió sustancialmente en la producción. Esta hipótesis, defendida por S. G. Morley, tuvo una amplia aceptación hasta la década de los años sesenta, pero el descubrimiento del empleo de diversas técnicas de cultivo intensivo por parte de los mayas y de la existencia de mecanismos correctores del aumento de población la hizo cada vez más difícil de mantener.
Un discípulo de Morley, J. Eric Thompson, fue el autor de otra hipótesis también de gran aceptación: afirmaba que el detonante de la decadencia de los principales núcleos cívicos mayas fue el deterioro que sufrió la autoridad y el prestigio de la elite respecto del segmento campesino, que habría protagonizado lo que se ha venido llamando "revuelta campesina". Existen datos fidedignos que prueban la ocurrencia de saqueos dispersos por toda el área; algunos monumentos que representaban a los gobernantes fueron mutilados (aunque muchos de ellos por motivos más rituales que de descontento social), hay también señales de fuego en algunos edificios... Pero, de nuevo, ninguno de estos fenómenos afectó al conjunto de las tierras bajas, y fueron más bien hallazgos ocasionales.
También se ha defendido que la llegada de extranjeros a la cuenca del Usumacinta y del Pasión motivó el desplazamiento de las elites locales que controlaban las redes comerciales y desestabilizó a las dinastías que controlaban el área maya. El nuevo auge comercial de los grupos putún, quienes abandonaron las antiguas rutas comerciales terrestres y desarrollaron nuevas rutas marítimas bordeando la península del Yucatán, hizo que los centros clásicos quedaran aislados y desabastecidos.
Una hipótesis reciente sugiere que el concepto del tiempo que tuvieron los mayas contribuyó en gran medida a la desaparición de su cultura. En efecto, la obsesión de este grupo por un tiempo cíclico (véase el apartado "Aritmética y astronomía" en la voz Cultura maya: escritura y ciencia) dio lugar a predicciones desfavorables que provocaron el desánimo de la sociedad, lo que unido a la confluencia de otros problemas de orden económico, social y político, acabó minando la consistencia de los principales núcleos urbanos y, a la larga, de la sociedad maya en general. Parece ser un hecho constatado que el final de ciertos ciclos calendáricos muy importantes, como el de los 13 katunes, estuvo marcado por la ocurrencia de sucesos desgraciados: por ejemplo, la conquista de Tayasal en 1697 coincidió con el final de uno de estos ciclos de 13 katunes; los primeros síntomas de decadencia del Clásico coinciden con el inicio de un nuevo katún (en 760); el fin del ciclo anterior había coincidido con el "hiato" del Clásico medio (hacia 534, vid. supra)... Los sacerdotes mayas, conocedores expertos de la historia de su pueblo y convencidos de que el tiempo transcurría cíclicamente, no podían sino predecir la repetición de esas grandes catástrofes, lo que sin duda desmoronó a la población y, más tarde, a la estructura social en general. La hipótesis en sí es difícil de comprobar, pero su formulación ha abierto nuevos caminos para investigar y llegar a alguna luz con respecto a este fenómeno.
Una última teoría interesante para explicar la desintegración de la civilización maya clásica es la de la guerra civil. Se sabe que hubo intentos de ampliación de los principales centros regionales y que éstos pudieron originar épocas de considerable carestía y otras dificultades responsables del deterioro. Sin embargo, tal y como afirma Andrés Ciudad, parece improbable que llegara a producirse una auténtica guerra civil y los estudiosos calculan que tan sólo tuvieron lugar en la zona maya guerras tribales que no afectaron al territorio de manera homogénea.
A pesar de todas estas propuestas, lo cierto es que al principio del siglo XXI no podía hablarse todavía de una explicación coherente y constatada, que permitiera entender por qué una cultura tan desarrollada intelectual, política y económicamente se precipitó hacia su colapso de manera tan vertiginosa.
Periodo Postclásico
El periodo postclásico de la civilización maya comienza a partir del año 900 aproximadamente. Los cambios son, por lo general, de tipo social. En efecto, se produce una alteración de la organización social orientada sobre todo hacia una mayor militarización, secularización y profesionalización de la sociedad. También surge un cambio en la distribución de los asentamientos. Motivada por un periodo de hegemonía del grupo étnico putún, de fuerte carácter comercial y guerrero, se origina una sustitución de las redes de comunicación interna del territorio por el establecimiento de rutas comerciales marítimas. Esta circunstancia provoca un progresivo abandono y deterioro de las zonas del interior a la vez que una potenciación del perímetro costero del Yucatán, que adquiere un desarrollo inusitado hasta ese momento.
El principal centro poblacional de esta etapa es Chichén Itzá, que incorpora a la tradición maya genuina elementos procedentes de la zona del altiplano central mexicano, concretamente de Tula. Así, por ejemplo, se hacen frecuentes los edificios con grandes galerías de pilares o columnatas, los templos redondos, las columnas con forma de serpiente emplumada, los altares de cráneos, los jaguares y águilas devorando corazones humanos, los atlantes que sostienen altares, las representaciones de guerreros, el uso del chac mool (una talla de figura humana semirreclinada, con las piernas recogidas y un recipiente sobre el abdomen), los instrumentos de metal, la incineración de los cadáveres, la importación de dioses mexicanos (Tlaloc, Tezcatlipoca, Tlalchitonatiuh) y una profunda renovación artística en general.
Hacia el año 987, según documentos yucatecos, llegaron a Chichén Itzá grupos itzá procedentes de Tula que estaban dirigidos por un líder que recibía el título de Quetzalcóalt-Kukulcán (Serpiente Emplumada). Instalados en el poder a partir de este momento, los recién llegados dominarán el norte del Yucatán hasta el siglo XII. Es la época de construcción de grandes estructuras como el Castillo, el Gran Juego de Pelota, el Templo de los Guerreros, el Mercado, el patio de las Mil Columnas, etc. La investigación arqueológica, no obstante, no ha podido confirmar la versión recogida en dichos documentos.
Hacia el año 1100 se fundó cerca de Chichén Itzá un núcleo de pequeño tamaño conocido como Mayapán que poco a poco logró desbancar la capitalidad del norte de la península. La derrota de los itzá les obligó a desplazarse hacia el sur hasta llegar a la región lacustre del Petén meridional. Se inauguró entonces una etapa que continuó hasta que tuvo lugar el contacto con los españoles y que se caracterizó por la continua competencia entre pequeñas unidades políticas independientes entre sí. Desde el punto de vista cultural, en Mayapán se produjo una síntesis de la tradición procedente del centro de México, afincada luego en Chichén Itzá, y la propia de la región puramente maya, lo que dio lugar a un sincretismo cultural que se convirtió en característico de este periodo.
A la vez que se dio esta hegemonía de Mayapán en el norte del Yucatán, se produjo también una etapa de esplendor en la costa oriental de la península originada con toda probabilidad por el auge comercial de los putún de la costa de Tabasco. Destacaron al respecto centros como Acalán o Chakanputún.
En 1441, una revuelta contra los Cocom que dominaban el área de Mayapán tuvo como consecuencia su dispersión y el abandono de este enclave. A partir de entonces, el Yucatán se disgregó en unidades políticas de pequeño tamaño denominadas cuchcahob, que ascendían al número de 19 en el momento de la llegada de los españoles. Con un elevado grado de autonomía política, económica e, incluso, organizativa, su historia se redujo a los continuos enfrentamientos mutuos con objeto de alcanzar una homogeneidad política que faltaba desde la caída de Mayapán
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